Presión al leer o productividad
- Luz Ripas
- 25 sept 2020
- 2 Min. de lectura
Correré el riesgo de ser egocéntrica mientras escribo esto, y pondré un ejemplo desde mi perspectiva. Enfoquémonos en, aproximadamente hace dos meses, mi mente estaba llena, aunque mi vida era vacía, y simple. Minimalista pero blanca más que reducida. O reducida en su esplendor, es difícil de describir. Sin color.
Había conocido a mucha gente, pero en realidad no había conocido a ninguno. Y en un intento de escapar de la realidad, como es habitual, intenté leer. Debo reconocer que leí mucho, y mucho más que en otros años. Pero, al igual que todos los aspectos de mi vida en ese momento, no lo hice en su totalidad. Por mis ojos pasaron más de 20 libros, y en mi mente no quedó ninguno.
Tenía esta meta en GoodReads, de leer 20 libros este año. Y tenía esta idea en mi cabeza de que estar encerrada en mi casa solo debía hacerme más productiva. Debía aprovechar el tiempo, y ser y hacer más que otras personas, que seguro que se encontraban relajándose o tomándose unas vacaciones en su sala de estar. Además, por temas personales, había dejado ciertas fases de mi vida de lado en ese momento, así que estaba libre 24/7, encerrada, menor de edad y por lo tanto sin posibilidad de trabajo.
Leer era lo único que podía controlar. Bueno, leer y comer. Pero no hablemos de eso aquí. Leer fue mi salida, y, estaba fuera todo el día, leía uno o 2 libros al día, no dormía, no prestaba atención a otras cosas, no me daba cuenta de cómo había pasado tanto tiempo, dolores de espalda y de columna se hicieron recurrentes. No sabía cómo dejar de leer, porque apenas soltaba el libro, sentía que estaba perdiendo tiempo. Que no aportaba nada o que no podría tachar una tarea de la lista del día del Bullet Journal. Oh, el Bullet Journal, arma de doble filo, debería dedicar una entrada solo a eso. Pero continuemos, sigamos contando cómo mi cabeza no paraba de registrar datos, y conectar nombres, y parentescos de personajes, y ¿esa frase es una metáfora?, y ¿debería poner un post-it aquí?, oh, pero este capítulo seguro que es importante para el desarrollo de la historia.
Y luego, terminé un libro, y no pude empezar otro. Mi cabeza llegó al tope. Porque había muchas palabras pero nada de sentido. Porque habían tantas palabras pero ni una sola historia. No creo que no haya entendido nada, claro que entendí y seguí el hilo narrativo de todo, o casi todo, pero no lo sentí. Y no me metí dentro de cada mundo, como solía hacer. Me estaba presionando tanto, que al final tuve que parar. No podía, no había forma de leer una sola palabra más.
Dos sesiones de terapia me ayudaron muchísimo a darme cuenta del exceso de expectativas que me había creado de la nada. Y que, de hecho, había sido improductivamente productiva. Había leído tanto que no había leído nada.
Parar nunca está mal. Eso es algo que recuerdo de un viaje que hice hace tiempo. También lo recuerdo de mi hermana. Pero nunca lo recuerdo cuando lo necesito.
Parar nunca está mal
Parar nunca está mal
Parar nunca está mal
Para.
Comments